Carta del Maestro Julio Cao a sus alumnos
Puerto Rivero, 29 de abril de 1982
Sra. Directora
He recibido carta de mi esposa quien me transmitía la preocupación de todo el personal de la escuela en cuanto a mi persona, luego de mi inesperada desaparición debido a mi incorporación al Ejército.
Deseo hacer llegar a Ud. y por su intermedio a todo el personal de la escuela mi mayor gratitud por haberme hecho sentir tan a gusto durante el corto lapso en que me conté entre Uds.
Espero que no se tome en cuenta la incorrecta redacción y caligrafía de estas líneas pues es un soldado y no un maestro quien las escribe.
Forma parte de la sección xxxxxxxx del Regimiento de Infantería Mecanizada 3. Nuestra misión es dar apoyo de artillería a la primera línea de las compañías de infantería de nuestro regimiento que se encuentran sobre las costas. Nosotros nos encontramos 100 ó 150 metros a retaguardia, prácticamente en el frente.
Estamos a unos 3 Km. del Puerto Rivero (Stanley), en la Isla Soledad y vivimos en pozos de 1m por 2m aproximadamente (pozos de zorro) en parejas, de a dos solados; la humedad de la tierra es nuestra mejor compañera. Comemos bien, pero la ansiedad hace que sintamos mayor apetito, no hay comida que alcance. Hace frío, mucho viento y el clima en general es más húmedo. Las noches son muy largas y se hacen más largas porque cumplimos 2 horas de guardia.
Releyendo esta carta me doy cuenta de que les estoy describiendo un panorama para nada alentador, pero la realidad es que no es nada que no pueda soportarse; principalmente por que la moral de la tropa es muy alta en general.
Con respecto a la situación en general, recibimos las informaciones de la radio local que no son otras que las que “la superioridad” quiere que sepamos; sobre el ataque a las Georgias y demás, en general muy escasas. Por otra parte ya hubo enfrentamientos acá en la isla Soledad que no se si son de dominio público: el día 27 de abril a las 21.30 hs, comenzamos a oír que la artillería que se encuentra a retaguardia tiraba sobre las costas; recibimos ordenes de alistarnos y de mantenernos alerta dentro de las posiciones.
No teníamos la información más que el hecho de que el fuego continuaba ininterrumpidamente. Nos encomendamos a Dios y esperamos. No se si temblaba de frío o de miedo, pero temblaba. Hasta las 3.30 hs. del día siguiente continuó el fuego y algunos tiroteos aislados que seguramente eran producto de algún miedoso (que constituyen un verdadero peligro).
A las 4 hs. aproximadamente recibimos noticias de que el peligro había pasado y podíamos dormir. Por la mañana, el Teniente Coronel, Jefe del Regimiento nos informó por radio lo sucedido: el radar había detectado lanchones de desembarco (aproximadamente 100 efectivos) y un submarino a 7000 m de la costa. El fuego de la artillería los cercó y puso fuera de xxxxx * el submarino se alejó. Más que ese susto era por nada y esto no sirvió para darnos cuenta de que un desembarco en ésta zona es prácticamente imposible.
Señora deseo aclararle que ésta información y todo lo que se refiere a mi ubicación no he hecho llegar ni a mi esposa ni a mi familia con el objeto de no
alarmarlos más de lo que por el hecho mismo se encuentran. Igualmente tengo la seguridad de que las cosas no van a llegar a mayores y que esto va a terminar muy pronto; no sabe cuanto deseo volverme a encontrar frente al grado cumpliendo esa misión mucho más gratificante y provechosa que la que tengo encomendada.
Desearía que hiciera llegar a la maestra de 3° D éste mensaje para mis alumnos:
“A mis queridos amigos queridos alumnos de 3° D: No hemos tenido tiempo para despedirnos y esto me tuvo preocupado muchas noche aquí en las Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi deber de soldado defender nuestra bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mí por que muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al “país de los cuentos”, que como uds. saben queda muy cerca de Las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce muy bien Las Islas Malvinas no nos vamos a perder.
Chicos quiero que sepan que a la noche cuando me acuesto, cierro los ojos y veo cada una de sus caritas pequeñas riéndose y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con uds. Quiero que se pongan muy contentos y que estudien mucho por que su maestro es un soldado que los quiere y los extraña.
Ahora solo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de uds.”
Señora además desearía hacer llegar mi recuerdo y saludos a todo el personal: a la Sra. Silvana, al Sr. Galo, Cristina, Nora Mercedes, Bárbara, Isabel y a todos los docentes de mi turno y de la escuela. A la Sra. Alicia quisiera que sepa que extraño mucho su mate de las 13 hs, y espero pronto volverlo a saborear ya que aquí el desayuno es una especie de mate cocido mezclado con cal de albañil y hasta un poco de cemento, nada de azúcar.
Habiéndole distraído demasiado su atención pero sintiéndonos por un instante con uds. Me decido a concluir estas líneas con la esperanza de encontrarme a la brevedad con uds.
Afectuosamente
Julio
* Cabe aclarar que lo que figura en el texto como xxxx es lo que no se pudo reconstruir de la carta original manuscrita.
Julio Cao
Julio Cao nació en Ramos Mejía, en la provincia de Buenos Aires, el 18 de enero de 1961. Hizo el servicio militar obligatorio en el Regimiento de Infantería 3 de La Tablada. Desde chico manifestó su deseo de enseñar, de modo que cuando terminó el colegio secundario cursó el magisterio en Ciudad Evita. Se casó con Clara Barrios y empezó a dar clases en la escuela N° 32 de Gregorio de Laferrere. Cuando empezó la guerra se anotó como voluntario. Para ese momento Clara estaba embarazada. Julio Cao murió el 10 de junio en las cercanías de Monte Longdon. Su hija, Julia María, nació el 26 de agosto.